Por José Eduardo Romo
InterCAS fue una gran experiencia para mi. Conocí a muchas personas diferentes, aprendí varias cosas sobre CAS y el trabajo en equipo, y otras culturas. Siento que crecí un poco como persona, y lo disfruté mucho todo el evento (el antes y el después también).
En el aeropuerto de Lima, estaba emocionado y algo nervioso. Recuerdo que me tomé el café helado de Daphne, al que había puesto tres sobres de azúcar, antes de entrar a la terminal, y tenía tanta azúcar que mi mano no podía dejar de temblar.
No recuerdo que eso me hubiera pasado antes, pero fue gracioso y preocupante al mismo tiempo. Dentro de las salas de abordar, nos encontramos a una delegación de Colombia que también iba al InterCAS. Estábamos super-hiper-mega-emocionados y nos pusimos a hablar de dulces y acentos (me encantó su acento) y costumbres.

También llegó una delegación de Perú y otra de Chile, aunque no hablaban tanto. En el vuelo, Kiara y yo nos encontramos muy emocionados, pero me llegó el bajón de azúcar y creo que me quedé dormido.
Al salir del aeropuerto me sentí algo inseguro, pues solo conocía a Fumachi y a Emi, y todos los estudiantes se veían muy sociables. No tiendo a hablar mucho con gente que no conozco, y me daba un poco de miedo que pudieran ser mala onda. Sin embargo, Emiliano me estuvo empujando sutilmente a platicar.
Llegamos al hotel, cenamos, nos bañamos, y dormimos. Al siguiente día, desayunamos y nos subimos a los autobuses en los que nos llevaron al colegio Fleming. Ahí nos reunimos de nuevo con nuestra delegación, y fue un alivio estar con gente que conocía.
Presenciamos discursos acerca de InterCAS, vimos bailes típicos de las regiones de Perú, y escuchamos el himno de InterCAS. Luego, nos llevaron a la cancha para hacer actividades de integración. Para mi temor, teníamos que hacerlo con gente desconocida.
Empezamos a hacer las actividades, y poco a poco empecé a perder mi timidez y a hablar con otras personas. Ese mismo día, nos separaron en grupos para hacer los proyectos de apoyo a la comunidad.
Nos separaron en 5 proyectos: construcción de un bio-huerto y jardín; la restauración de tres escuelas; y mi proyecto, la restauración de un comedor comunitario.

En este proyecto, vimos que el comedor tenía mesas solo para niños pequeños, la pintura estaba desconchándose, y había un montón de tierra cerca del área en la que se lavaban los platos.
Hicieron subdivisiones respecto a los proyectos que se llevarían a cabo: pintar paredes, ayudar en el jardín, y otras tareas. Yo decidí apoyar en la construcción de las mesas para mayores, pues quería probar algo nuevo para ampliar mis horizontes.
En lo que los coordinadores se organizaban, varios participantes empezaron a hablar entre ellos. Decidí también empezar a platicar. De esta manera conocí a chilenos, peruanos, colombianos, y argentinos ¡y fué muy divertido! Creo que ahí fue en donde perdí una parte de mi miedo a hablar con otras personas.
Luego nos pusimos a trabajar en nuestros subproyectos. Sin embargo, como todavía no llegaban los materiales para la construcción de mesas, todos nos pusimos a ayudar en otros subproyectos.
Yo fuí a ayudar a los jardines, y me dijeron que arrancara las hierbas que había. Me sorprendí al ver el tiempo que me tomó arrancar las plantas, pues esperaba acabar más rápido, y como no había nadie más haciendo lo mismo me sentía algo apresurado.
Al acabar, unos maestros nos dijeron a mi, un chileno y un queretano que moviéramos costales con tierra. Ese fue el primer real trabajo en equipo que realicé en el evento.
Los costales eran increíblemente pesados, moverlos cargando entre los tres no funcionaba. Entonces, se nos ocurrió empujar los costales sobre un trozo de cartón para que resbalaran mejor. Funcionaba mejor, pero seguía siendo muy difícil.
Entonces se nos ocurrió hacer una polea horizontal improvisada con un poste y una cuerda, y de esta manera empujábamos y jalábamos. Fue mucho más eficiente y me sorprendí al ver la creatividad con la que el problema fue resuelto. Ahí se cumplieron dos de los objetivos que había planteado para esta experiencia. Por suerte, los maestros nos dijeron que con los costales que llevábamos estaba bien.
Fuimos a comer la comida que nos trajeron y continuamos trabajando quitando plantas en el jardín hasta que nos llevaron de vuelta a la escuela. Ahí nos dieron otra tarea: hacer una canción, un poster y un lema para nuestro equipo. Me metí al lema por que no sentí que pudiera hacer mucho en los otros dos.
Me sorprendí mucho al ver cómo trabajaban en equipo los demás. Todos apoyaban dando y negando ideas, y se logró hacer algo muy padre. Tenía algunas ideas para el diseño del lema, pero me daba un poco de miedo decirlas por que todos se veían muy seguros de si mismos y no había hablado con esas personas.
Acabamos esa actividad y (por fin) nos reunimos con nuestra delegación para hacer una reflexión CAS. Escuché lo que hicieron mis compañeros, y volvimos al hotel a dormir. Recuerdo estar muy cansado y con mucho sueño.
El siguiente día, desayunamos con personas desconocidas, pero fue muy divertido escuchar sus modismos y acentos. Platicamos acerca de nuestras materias, monografías, y cosas en general. Nos llevaron de nuevo a avanzar los proyectos.
Como todavía no llegaba material, seguí ayudando a los de jardinería a quitar plantas. Trabajando en equipo, logramos dejar esa parte del jardín lista para la tierra y las plantas de manera rápida y divertida. No solamente decíamos que cada quien hiciera una parte del jardín, sino entre nosotros nos ayudábamos usando palas, haciendo palancas y recogiendo las hierbas.
Me sentí inspirado al trabajar. Mientras hacía esto, y en los recesos, comenzaba a platicar con gente por mi cuenta y descubrí que de hecho me gustaba, y era bueno hablando con gente nueva. Creo que de esa manera dejé de lado mi miedo a trabajar y hablar con personas desconocidas, y crecí en ese aspecto.
Me hice amigo de varias personas, y la pasé muy bien. Nos pidieron también que ayudáramos a sacar la tierra. Había un par de compañeros de Ecuador que insistían en llevar una cubeta llena de basura entre los dos, cuando era evidente que no podían. Les dije que solo la llenaran a la mitad, pero no me hicieron caso, así que deje que hicieran lo que quisieran. Me pareció algo gracioso cómo estaba llevando la misma cantidad de tierra afuera que ellos dos juntos en menos tiempo, pero aprendí (de nuevo) que no todos van a escuchar ni aceptar consejo.

Volvimos a la escuela, y nos enseñaron la canción del proyecto que debíamos de aprender para el miércoles. Me pareció increíble que gente hubiera podido armar una canción en solo unas horas. Ese mismo día, nos pidieron que hiciéramos una reflexión TOK en equipos. Yo estaba muy confundido, pero entre el equipo nos explicaron cómo era lo que se tenía que hacer.
El miércoles concluimos los proyectos. Ayudé a pintar y a lijar, cosa que jamás había hecho. Presentamos la canción, el lema y el póster del equipo, y ensayamos para la noche cultural.
El jueves nos llevaron a ver un recinto arqueológico, y en la noche hicimos la presentación de la noche cultural. Fue increíble. Vimos muestras de los bailes tradicionales de los distintos países, tradiciones, y pudimos comer dulces y postres que habían traído las delegaciones.
Lo más divertido, fue cuando nos tocó bailar. Bailamos un huapango, que habíamos estado ensayando desde antes de irnos de viaje; bailamos banda, que me enseñaron los de Querétaro a bailar, y sacamos gente a bailar con nosotros.
Por último, les enseñamos a la gente a bailar el payaso de rodeo, que fue en extremo divertido. Otros países, como Colombia y Brasil, nos enseñaron el equivalente de su payaso de rodeo, y fue muy divertido también.
El viernes nos llevaron a hacer caballos de Totora, y me pareció que era una manera muy sustentable de hacer la pesca, y me alegró que tal herencia cultural se mantenga viva en Perú. También nos enseñaron a bailar la marinera, un baile típico del país, que también fue muy divertido.
Por último, Nos llevaron a ver un espectáculo en el que habían caballos que bailaban con ritmo a la marinera. Ahí nos tuvimos que despedir de los amigos que hicimos, nos tomamos las últimas fotos, e intercambiamos redes sociales. Dolió un poco despedirnos, pues casi habíamos vivido de manera intensa con ellos, pero disfrutamos mucho la experiencia y aprendimos mucho.
Una última cosa que aprendí es que no me gusta el arroz blanco.
Siento que en esta experiencia perdí mi miedo de hablar con grupos y personas nuevas, aprendí a trabajar mejor en equipo, aprendí de otras culturas y otras perspectivas, e hice varios amigos. Creo que cumplí mis objetivos de trabajar siempre con entusiasmo y ayudé a mejorar instalaciones que ayudarían a los niños de esa área de Trujillo a poder tener una comida decente antes y/o después de ir a la escuela.
Creo que la manera en la que se puede planear un proyecto CAS es realizando divisiones para hacer el proyecto una serie de pasos más simples. Había usado esta estrategia para estudiar, pero había pensado en usarla para proyectos más grandes.
José Eduardo Romo es estudiante de 11° grado y participó recientemente en la experiencia InterCAS, en la cual participó el Colegio junto con varias otras escuelas de México y Latinoamérica en el Colegio Fleming, de Trujillo, Perú.